Por qué no soy feminista

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Mi patrón de juicio y afecto no se refiere al género y la especie, sino al individuo, tenga el sexo que tenga. Juzgo a hombres y mujeres por su calidad moral, la bondad de su corazón, la generosidad en su valentía, los quilates de su ingenio, la capacidad de provocar hermosura en el mundo y tantas otras cosas. Si por feminismo entendemos igualdad jurídica, no discriminación laboral, equidad de derechos y deberes en una sociedad abierta, no me importa sumarme a ese noble ideario. Que es cívico y es elemental y es justo. Pero el énfasis, la carga de la prueba, no recae en esa abstracción llamada «mujer» sino en fulanita y menganita y zutanita concreta, diferenciada, con sus miserias y sus hazañas concretas. Para mí no hay una abstracción llamada negros, o clase trabajadora, u homosexuales, hay individuos concretos insisto, específicos, en carne y hueso y voz. En los divinos detalles, alrededor de ellos, pesa mi juicio, no en nebulosas generales vagas. Duns Scoto hablaba de la quiddidad, la propiedad intransferible de un ente. Adoro los seres particulares llenos de particularidades, adoro los seres humanos con atributos únicos, aquellos que no se pueden copiar, ni imitar, ni serializar. Todo humano tiene mucho de eso. Pero esa singularidad, que es una forma de libertad, decrece si no se ejercita y valora. La tendencia a enfatizar el género no contribuye a mimar el detalle. El carácter del humano no clonable, no manufacturado con ideas y sensaciones en serie, sino todo lo contrario, es mi pasión, la luz de la lupa. Porque, piensen ¿de dónde sale esa idea de mujer?¿quién o qué se las introdujo en sus mentes? Muy a menudo es una suerte de tosca intuición popular, pero también hay, más allá de la experiencia, una suerte de ingeniería del mercado y los mass media, con intereses e intenciones no necesariamente loables, también oscuros y torticeros. Ser mujer no es ser mujer programada como te dice Cosmopolitan, o el Papa, o la tele, ser mujer es como cada mujer desea ser mujer, es ser ella misma en floración específica y única unidad. El feminismo legalista o administrativo bienvenido sea, el feminismo ontológico no; a mi juicio en él se amagan o se emboscan formas tiránicas. ¿Por qué una mujer no puede ser ama de casa?¿Por qué una mujer no puede ser torero o camionero? No hay razones por una u otra cosa excepto la deliberación y sabia decisión de la propia hembra. Libres e iguales claro que sí, pero sobretodo muy suyas, muy edificadas en ellas, y no por instancias ajenas o extrañas. A veces la libertad (vivimos una época de libertad instituida pero no instituyente, de libertad «en los papeles», en las constituciones o reglamentos, pero no así en la cotidianeidad de las vidas) a veces la libertad es una añagaza de la esclavitud encubierta si se usa con desgraciadas intenciones y propósitos ni claros ni distintos.

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