Lectura de Nilton Santiago

He leído por encima a Nilton Santiago. Todo es aglomeración y amalgama, se funden las diferentes vetas de la experiencia y las distintas direcciones del pensamiento. Todo es una pelota lírica. Hay un descrédito de lo previsible. Una intención de descarrilar, y mezclar como una bola tutti frutti. Esto hace a esta poesía paradigmáticamente postmoderna. También observo cierto tono adolescentizado y un ramalazo romanticoide. El pulso es a la vez de desmesura e inmadurez. Leo en paralelo a Josep M. Fabra. Aquí no hay desorden en la exposición de la experiencia ni mezcla caótica de temas. Todo es linde y deslinde. Al campo un léxico de campo, a la religión una determinada y empaquetada por la tradición teodicea, al amor su requisitoria establecida de símbolos. Tiene este poeta una elegancia novecentista, una dicción de poeta burgués de provincias. Hay fe, patria y amor, como en un anticuado y delicioso juego floral. El poeta es un prodigio de concentración, como el joven poeta hispanoamericano lo era de desparrame. En uno hay matemática, en el otro disposición o personalidad esquizoide. En uno hay gravedad y signos fuertes, en el otro antimateria y levedad del ser. En uno se contempla la noche estrellada, en el otro el envase que cubre la pasta dentífrica. Lo nuevo disparatado frente a lo clásico pasado de moda. Ambos igual de caducos, ambos con su destino arbitrario y superficial de ser utillajes del tiempo, emblemas del tiempo, cosas dentro del tiempo, sin trascenderlo.

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