Traditio

TRADITIO
De «El falso aristócrata»

 

 
Papá, defiendo el legado de la casa que me legaste,
aunque España sea una gris pelambre de rata,
pese a que Cataluña sea una atolondrada
y palurda tortura psíquica,
aunque Europa aburra y Occidente
sea un turbio harapo,
yo defiendo la casa que me legaste.
En mi jardín hay luz de altas estrellas
y pistilos untados con cosméticos
y pulpa en dulces odres.
Defiendo la casa, y cuido del jardín y de mamá,
no te preocupes por nosotros papá.
¡Cómo te extraño! Tanto hablamos sobre los burriartistas, burripolíticos, burrijóvenes, sobre tantos
lerdos que subían al escenario social
con sus maneras de patán
y su sebo diarreico.
El calor radiactivo de la civilización
enloquece a hombres y bestias.
De las cosas sagradas solo queda Dios y el sol.
Rememoro el escalofrío de la piel de tigre que nos poseía,
la calma y precisión con que derrumbábamos
a la pieza reina del oponente,
nuestro Deus sive Natura como un himno viril,
y si vieras ahora a demasiados que aman su esclavitud.
Reos conducidos al palacio de Anás.
Ahora a los hombres les privan
de todo aquello que es venerable,
deliberan traicionándose a sí mismos,
sin ideas claras y determinadas
su instinto niega el conocimiento intuitivo.
Para hacer cualquier cosa terrible,
la oscuridad parece en general necesaria;
vivimos una época nublada y obscura.
Pero yo, no sin maravilla, defiendo la casa.
Me legaste la gran Belleza y el fogoso amor a la Verdad.
Me legaste la lujuria atlética de la inteligencia.
Defiendo la casa, papá.
Defiendo tu enorme biblioteca,
que es la historia de la fuerza de la mente humana,
tus medallas y monedas,
que dan testimonio de leyes y costumbres,
las pinturas y estatuas,
para que la vida continúe más allá de la tumba,
colecciono tus recuerdos
embalsamados en el ámbar más dulce.
Vendrán noches, vienen ya múltiples noches, habrán más noches,
pero yo armado y presto al combate defenderé la casa.
Prudente es conocer la fragilidad de los hombres
y honroso ser un caballero.
Todo se derrumba o desmorona.
Al consuelo en la muerte
y a instruirte en vida,
dedicaste los frutos de tu laboriosidad.
Se dispersó a los cuatro vientos del firmamento
tu mente. Yo defenderé tu casa. Tu legado.
La soledad cansa como una radio con interferencias.
Estoy solo y meditabundo papá,
palabras de invierno agrietan mis labios.
Pero tu luna de gatopardo me cobija.
Defenderé la casa de música historiada.
Papá, te juro que con mi sangre
defenderé la casa que me legaste.

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