Saturno

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Con la ayuda de mi gato negro mataré a mi primo Tiberio cuando éste menos se lo espere,

con navaja cortaré el cuello de Silano,

envenenaré a la abuela Antonia e injuriaré a Augusto

Dios me dio ginebra, silencios, acedía y soledad sin tasa.

Debido a la melancolía de mi naturaleza mi deseo es poco,

soy frío y seco como la tierra, oscuro de piel y renqueante,

desabrido, ruin, ambicioso, taimado, hipócrita, avaro.

También hosco, astuto, falso, frígido, apocado, perezoso y muy lento de movimientos.

¿La imaginación?, inquieta y débil,

¿la risa?, tiznada de veneno,

¿la noche?, el verdadero sol de mi ciencia,

y los vientos congelados de inviernos sucesivos contemplan mi choza sin amantes.

Mi pecado «spei de salute aut venia obtinenda abiectio«

Sin sonrisa de victoria cualesquiera de los ángeles del crepúsculo me tutelan y me arrastran a un compacto olvido.

Sabedlo. Toda belleza que es belleza se desvanece y marchita,

todo deleite, cuando se posee, cambia de aspecto y causa hastío,

la esencia de Fortuna es mudar (a peor),

los placeres del mundo y los goces de la tierra

(derramar y distraerse, empequeñecer el alma, sus criaturas pensantes y su sabiduría con fruslerías,

desasosegar el jornal para que lo aprovechen cacasenos marsupiales idiotas y egoístas, pecuniarios obsesos subnormales,

buscar acuerdos que significan poco más que meros vicios o servidumbres,

no saber mortificar la lengua y acabar farfullando inanidades inútiles

entre otra caterva de inútiles también incapaces de guardar su lengua)

los placeres, decíamos, son fugaces, falsos, transitorios y fatalmente incompletos;

la primaveral hoja de verde savia es helada sangre invernal en potencia;

además de que todos seremos engullidos por el voraz agujero negro de la mente de Dios

-los astros no engañan a nadie, queridos míos-

La bilis negra retumba regia y colosal, como un hoplita tanque de guerra, gobernando la osamenta chirriante y crujiente de las galaxias.

La bilis negra está en la muerte que nunca se olvida de ti, desde niño a viejo.

Sabedlo. Nunca estimé a las mujeres (jóvenes o listas), el éxito o la fama;

detesté al público, al necio mogollón, el sexo a gogó en playas silvestres, las ciudades zombis, la alegría del botellón, las camas limpias de los hoteles;

Saturno y el otoño tienen la culpa.

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