Analfabetos del mundo, ¡United!

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«Millones de graduados universitarios con un nivel de ingresos superior al promedio de la población no son grandes lectores. Y si las masas universitarias compran pocos libros, ¿Para qué hablar de masas pobres, analfabetismo, poco poder adquisitivo y precios excesivos? El problema del libro NO está en los millones de pobres que apenas saben leer y escribir, sino en los millones de universitarios que no quieren leer, sino escribir. Lo cual implica (porque la lectura hace vicio, como fumar) que nunca le han dado el golpe a la lectura: que nunca han llegado a saber lo que es leer» Gabriel Zaid

En un estudio sobre los universitarios españoles de 2006 de la Fundación BBVA, se concluyó que solo un exiguo y raquítico 12% de los universitarios leía un libro al mes !!Un libro al mes!! Cifras palmariamente catastróficas y que, con probabilidad, empeoraron estos últimos trece años. En las sociedades subdesarrolladas el pedagogo Paolo Freire acuñó y descubrió el término de «analfabetismo funcional». Enzensberguer ideó y explicitó el término de «analfabeto de segunda categoría», un tipo de analfabetismo propio de las sociedades desarrolladas, industriales y modernas, y prototipo ideal que forja nuestra universidad española.

En palabras de Enzensberguer: «El analfabeto de segunda categoría es afortunado. Su falta de memoria no le causa ningún sufrimiento; el no tener una manera de pensar propia le alivia de toda presión; valora positivamente su falta de concentración para concentrarse en nada; considera una ventaja el no saber y no comprender lo que sucede. Es activo. Es adaptable. Muestra una considerable determinación para conseguir lo que quiere. Así que no hay que sentir lástima por él. El hecho de que el analfabeto de segunda categoría no tenga ni idea de lo que es contribuye a su bienestar. Se considera a sí mismo bien informado, puede entender instrucciones, pictogramas y cheques bancarios, y se mueve en un mundo que le aísla completamente de cualquier desafío a la confianza en sí mismo. Es impensable que pudiera sentirse frustrado por el ambiente que le rodea. Al fin y al cabo, es ese ambiente el que lo ha creado y formado para garantizar su supervivencia sin problemas»

Si el analfabeto funcional, en civilizaciones subdesarrolladas, no sabía muy bien leer debido a la falta de referentes culturales e información contextual, el analfabeto de segunda categoría sabe leer, pero lo abstracto, complejo y profundo le resulta extraño, alienígena. Desprecia la cultura y le chifla Netflix, sus placeres son chatos y bajos (y, si puede, caros), sus ideas políticas son como irracionales consignas o tuits astrológicos, no aman la música seria, y meros «puer technologicus» les resulta extranjera la delicadeza de gusto o opinión. Se aturullan ante el argumento secuencial, orbitan inconscientes en la bisutería haragana de las ideas fáciles y la pleitesía del pensamiento mágico. Sustituyen asimismo como conversos fanáticos la religión por el animalismo, o el feminismo, o el veganismo, o la conspicua Era de Acuario.

El futuro (un montón de baldíos escombros) ya es suyo.

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