
(i) Legos de las ideas, ilotas de las palabras, sin una natural inclinación a la Naturaleza o la Inteligencia, pasmados salvajes ante las reacciones vitales que lustran, sin el mecanismo y la resonancia de los efectos mentales. Con el único modo preeminente de significación de los media y la chismografía amarillista, el sexo fácil y la maledicencia. Estas son algunas características del grupo de WhatsApp de antiguos alumnos del Instituto.
La vida devasta, el tiempo devasta, con mi orgullo de pastor amo a las mozas campestres y siento conmiseración por vuestras buidas vidas urbanícolas. Uno siente un largo deseo de durar, pero no de cualquier modo.
(ii) Estuve toda la noche leyéndome.
Impresión rotunda de cama con las sábanas deshechas y sucias, rodeada de botellas vacías por el suelo, y hedor mezclado de tabaco y sudor inundando la habitación.
He decidido tomarme en serio. Trabajaré -sí- los poemas, la prosa. Los veo con multitud, innumerables defectos, pero SÉ cómo mejorarlos. Si no pierdo del todo la razón, calculo que en dos o tres años puedo acabar algo con cara y ojos.
Debo:evitar la grandilocuencia, quitar el relleno, la paja, la quincalla retórica,profundizar en mis (limitados) tres o cuatro temas,saber qué quiero decir y qué no quiero decir, no ser ambiguo, vago o vaporoso. Buscar la precisión metafórica. Observar un método o patrón en aquello que digo-y tener algo que decir o bien callar y tirar la hoja a la basura. No ser un poeta o escritr meramente resultón-huir de las ocurrencias, de la inmediatez irreflexiva. Ser consciente de mi déficit de experiencias o de vivencias interesantes, usar palabras frescas, un tono fresco-ser consciente que nunca seré un gran poeta. Debo conformarme con lograr ser un escritor legible o publicable y pensar con ideas, no con esquemas de ideas. Aspirar a la madurez (la madurez lo es tdo) Alcanzar al poema o al escrito (no conformarse con el borrador del poema o de a escritura) Confiar en mí (pero nunca fascinarme por mí) Estudiar a fondo a tres o cuatro escritores geniales (debo ser consciente de las lagunas en mis lecturas y formación) En resumidas cuentas. Debo pasar cientos de horas delante de la hoja de papel puliendo, limando, sutilizando y escamondando.Todo lo que leen son fases preliminares a mis deseos.
Yo escribo -muy rápido-, leo, y digo «Joder, puto escrito de viajante de comercio» Los quemaría todos. Y sé que puedo hacerlo algo mejor, incluso bastante mejor. Pero absolutamente NADA MÁS. Cuando leo a los grandes advierto dónde nunca llegaré, ni en mil vidas. En fin. Mi vocación tardía no jugó, además, a favor de un desarrollo natural. No tengo amistades literarias. Solo soy un talentillo, pero, mayor, o que puede ser mayor, que muchos sancionados como talentos.
(iii) Un escritor debe labrar cosas, no solo atestiguar informaciones.
(iv) Antes de ir a dormir bajo la hierba, ¿tendré un dulce amor más fuerte que la vida?
(v) El núcleo estable de compradores de libros en España se sitúa alrededor de tres mil o cuatro mil personas, aproximadamente el número de suecos que viven en Barcelona. Comparada la cifra con las decenas de miles de egresados universitarios, el panorama no es sino desolador. Es difícil comprender cómo un privilegiado con el regalo de una larga educación desista de usar las capacidades adquiridas. La lectura transmite pensamiento e información estructurada, sabiduría y solaz. Estos universitarios se suman a las filas de la barbarie, del analfabetismo funcional. Se suman asimismo al circuito de compradores ocasionales de libros (casi cinco millones), que buscan esencialmente los best sellers a la moda. Las clases ilustradas negligen su atención a la calidad y su destino. Se abajan conscientemente. Este es un tema que ya trato en mi poemario «El falso aristócrata». Los que gozamos de educación superior no deberíamos hacer defección de nuestras responsabilidades. Una cultura alta necesita tanto escritores como lectores de élite. O decae y muere.
(vi) He escrito poemas y prosas (y sus esbozos) esquinados, de un zigzagueo aniñado. Usaba mi mente al modo de las varietés, escribía anestesiado en un baño maría, o tisana, en una ganga que lamina la sustancia y el mérito.
Pero sé lo que es el espíritu. Que exige un lento desapego, una inspiración en la ensimismada soledad, una energía silenciosa para que cristalicen sus temas y figuras.
La vida contemporánea se cifra en el acúmulo o aglomeración arbitraria y a ráfagas de abigarradas sensaciones violentas, de confusos e inconexos hechos sin interés (se obvia la conversación de la civilización, y se insiste insidioso en las habladurías tabernarias), en necedades de anecdotario político , en un dinamismo del espectáculo mundial de las distracciones, que merman, aturullan, aturden, simplifican groseramente el volumen y calidad del espíritu.
Un ejemplo más se percibe en el risible fallo del Premio Planeta. Un guionista es a un novelista, lo que un tullido o cojo a un atleta. El supermercado asaltó al genio. Frecuentan los salones literarios charcuteros y se cierra la boca a Madame du Deffand. La ambición de la grandeza de crear algo inmortal, se sustituye por el deseo de deglutir cochambre con el relumbrón de los focos y un millón de euros. La metrópoli se llena de compactas bobadas y la mente de inmundicias mondas y lirondas. El Planeta es el símbolo inequívoco de una civilización chusca, barata, abajada y bastarda.
Esa novela premiada crea lectores perdidos para el libro. Yo he escrito textos indecentes. Pero sé aspirar a la decencia. Decencia resumida en un paciente, labrado ocio estudioso para saber bien lo que se sabe, y hacer bien lo que se hace. Las sombras se ciernen insensibles y no se disipan. Lean y estudien a Gibbon sereno o Platón incandescente ( y a sus pares). Y rechazen con energía ese plástico kitsch guionizado con la técnica del enterteinment y el universo suicida que reverbera en él. Cuiden su espíritu. O acabarán ustedes indistinguibles de la música de Operación Triunfo.
(vii) A medios tecnológicos mucho más eficientes, medios intelectuales mucho menos.