Encomio del pintor, duque de los montes hibernales

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«El pueblo había quedado reducido a menos de medio acre. Era como una diminuta reserva para indígenas. Desde las mugrientas ventanas los cretinos miraban babeantes los parterres de hierbajos. Los gallos cacareaban todo el día; las niñas, vestidas con batas de otra época, mascaban manzanas a medio comer, amarillentas de óxido; todos los chicos parecían tener fisura palatina. Pero aun así aquello me parecía más sano que el suburbio que lo rodeaba. ¿Quién podría cantar el esplendor de esas casas apareadas con medio jardín, las paredes ciegas empedradas con guijarros, verjas diminutas que se podían franquear de una zancada, las cursis figuritas en los jardines de miniatura? El viento penetraba a cuchillo por los intersticios entre las casas, el viento de la vieja colina sepultada en asfalto, que flagelaba como el extremo de una toalla mojada, y que revolvía un caldo gris por encima de los rojos tejados, un caldo en el que remolineaba el alfabeto de pasta de sopa de las antenas de televisión: X, Y, H, T.» A. B.

Querido, el falso color esparce su tono chillón por doquier.

Ni sorprende la verdad ni nadie confía en pintarla.

Tú, retirado en menuda aldea boscosa, gastas tus horas

en constatar el azul de una nube, el imperio de un bullicioso

silencio en ese trazo de exquisita caligrafía. Lees historiadores

y poetas en la galería acristalada, frente a una iglesia del s. XIV:

bajo la gloriosa monotonía de las estrellas sientes la mutación

de las cosas terrenales, su vanidad, pero también su plenitud;

tus semejantes nada te comprenden. Si un artista viera como

la gente ordinaria dejaría de ser artista. La Ciencia gime

en el Exilio. La Musa obedece al Poder. Todo se vuelve Noche.

El Arte se arrastra a la Gran Negligencia (me cuentan que en las

Escuelas no enseñan dibujo sino cómo emborracharse antes de

las entrevistas, no estudian a Cossa o Giotto sino la escrófula

del tintado de los tebeos o las leyes que rigen el mercado)

¿Amar solamente la pureza del arte? El camino es lodoso.

Tinieblas hediondas nos rodean. Amigo, los años de Estudio

se infantilizan, la Disciplina se relaja, la Filosofía, la Historia,

las Bellas Artes y el lenguaje se abandonan, el idioma -sí- y

su retórica es gradualmente descuidado, casi abrumadora,

completamente desconocido. Las gestas del pasado no pueden

ni alimentar más de dos segundos de conversación. No está

de moda ser culto o bien inteligente. Y la escritura

se ha reducido a un acto similar al de imprimir papel moneda.

El Arte regala solo Ruinas. El Arte ofrece solo Ruinas.

Odoacro depone a Augústulo. Aquí hueste del Sultán Mehmet II.

Quédate en tu gabinete, bajo el lucernario, examinando la pipa

del esbozado bodegón. Ama el quieto ritmo saudoso de la luna.

Nadie entiende nada. Tú pintas poco porque pintas para mucho

tiempo. Amigo, honor y gloria. Tu casa arcaica legisla lo más

actual: la fuerza del mar. El pasar y peso del pájaro en la mente.

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