Diario

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EL SERMÓN DEL ESTIÉRCOL

Antes (algunas veces) podía estudiar prestando una evangelista atención al laberinto de detalles. Jugar al ajedrez con descocadas

psicoanalistas sin despistarme, ver corazones de mujeres

ingeniosas como el burgués adora relojes, reconcentrarme

un hora seguida en una minúscula y amarilla flor de toxo,

permanecer quieto junto a abedules lejos del alcance del hombre.

Mi mente creaba nuevas y completas estructuras de significado,

conexiones entre ellas y nuevas ideas a partir de esas conexiones.

Escribía mejor, leía más, pensaba más claramente.

Me asignaba algún tiempo para la contemplación profunda

y atisbé, custudié, algún pequeño campo con luciérnagas

abiertas toda la noche. Mi mente se manchaba con briznas

de coronas recién pulidas y murallas tan poco desgastadas y altas como labio recién besado.

Pero debido al alcohol, la bizarría mental, la conventual soledad,

por vivir un tiempo en que todo duele, por no dormir ni descansar,

por infiltrarse rápidamente en mi momentos libres la televisión,

Internet, los objetos de la tierra recubiertos de pedazos de vidrio,

las almas de mis coterráneos rebullentes de idiocia, servidumbre,

y ebrias llamas en los ojos como gusanos, hoy, lo sé, mi mente

es igual al Caos antes de la Creación. ¿La Belleza en mi vida?

Frustración y no deleite ¿la Verdad? un vegetar siempre antes de empezar a usar mi cerebro ¿los Libros? muy temprano para leerlos

y muy tarde para comprarlos ¿el Arte? su forma opaca mi propia

opinión ¿la Civilización? una caterva de encéfalos que no entienden, no saben dirimir lo que evalúan , son incapaces de argumentar con ideas o expresarlas con claridad y elocuencia.

Casi ninguna gramática, con metástasis de mala retórica, y mocos

de micos como lógica ¿el Amor? ay, un lugar donde renunciar a vivir siempre.

Yo ya soy un bárbaro con la mente contrahecha por el golpe de estos nubarrones, ya un bárbaro con la boca pastosa y la bota de los payasos con su peso bajando del circo de los reinos acostumbrados, de las estrellas violoneando estridencias,

de ríos, alcantarillas, parlamentos, instituciones cromadas

que fabrican piscinas, cocinas, ideologías, trending topics.

De tanto esperar a los bárbaros me convertí justo en uno igual a ellos.

No sirven amores y amigos (no tengo), ni manzanas jugosas

para un apetito refinado, ni que me enseñen a apilar una carga

de heno o a rezar en la iglesia tomándome la vida con calma

y mindfulness. Vivo inconsciente en el barlovento de la basura de todos los inviernos.

El Gran Príncipe de la Tiniebla de los Manicomios.

En el desolado exilio de la grandeza respiro hemipléjico.

«Fue un chico educado y estupendo», se comentó en la aldea.

Nota: poema que escribí borracho. Y se nota.

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