Diario

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A lo largo de la historia legisladores, hombres de letra y estudio, filósofos, profesores o eruditos, no eran considerados con reticencia ni recelo, sino como una clase privilegiada de hombres dedicadas al más honorable de los ocios: el estudioso o cavilante. Con el surgimiento de la democracia y la moderna burguesía se convirtieron es sospechosos a la par que indeseables. Algien dedicado hoy a la epigrafía, a la traducción minuciosa de Cicerón y Tácito, a los arcanos del pensamiento de Kant, un erudito sobre el imperio bizantino, la historia de las escuelas monásticas, o sobre el desarrollo de las ideas matemáticas de Mesopotamia a la actualidad, es visto como alguien sobrante, como un estorbo, y carece de relevancia, prestigio e importancia social.

Antes, en Grecia, Roma, la Edad Media, el Renacimiento o la Ilustración, la sociedad, los nobles, el poder civil y político o religioso, los protegía, y prácticamente nadie los discutía. Hoy alguien nacido de familia de linaje recibe fuertes presiones para que desista de incorporarse a la clase intelectual y se dedique a ganar dinero y cursar másteres de lo más variopintos para subirse al carro triunfante del dinero y el pecunio.

La gente, fóbicas del lento estudio y la larga inteligencia, se volvió abyecta, mezquina, pusilánime y de vuelo de ganso. De una estupidez formidable y universal. Vivimos entre soberbios estúpidos (Flaubert), en una sociedad desmembrada y descompuesta, con una historia sin proyecto o designio, y cuyas clases rectores andan metidas en un cul-de-sac (Kafka)

Además la mesocracia intelectual es apabullante. Ocupan el escalafón intelectual mediático mentes planas lejísimos de aquellos patricios mandarines o zares. «Parvenus» sin distinción ni alcurnia ni altura. De prosa utilitaria y desganada. Yo, pese a ser un mero diletante, me siento infinitamente superior a ellos. Escriben librillos de hechura de magazine, de rápidas ideas saltatorias sin peso ni gravedad. Séneca escribía en el De vita Beata: «Nihil ergo magis praestandum est quam ne pecorum tiru sequamur antecedentium gregem» (Nada debe preocuparnos tanto como seguir cual ovejas al rebaño que nos precede) No, yo no soy como esa caterva de intelectualillos de gazette.

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