
«No hice más que urgir a nuestra/ época a abandonar sus trabas/ con las sabidas reglas de la antigua libertad/cuando de repente me rodea un bárbaro estruendo/ de búhos, cucos, asnos, simios y perros» Milton, Soneto XI.
Un fontanero de Barcelona, un universitario de Londres o Milán, una estheticient de París, un funcionario de Franckfurt, almacenan en su encéfalo muchos bits de información: decenas de series de Netflix, las noticias de las redes sociales, el mapa de carreteras que circunvalan su ciudad, las miles de horas de televisión vistas, las instrucciones de videojuegos y otras aplicaciones informáticas. Saben comprar por Internet, descifrar pictogramas, chapurrean un par o tres de idiomas, tienen una vastísima cultura musical (de música no humanista, claro)
Pero su pensamiento rápido, de un imposible darse a la contemplación, su nerviosismo esquizoide cognitivo, causan una barbarie tumultuosa, un estruendo de graznidos y ladridos guturales. Yo prácticamente ya no puedo hablar con nadie. Todo lo anega la mass-cult y la mid-cult, todo lo llena el analfabetismo de estos medio letrados. La cultura ya no es Horacio y Flaubert, sino el aire que respiran estos medio letrados iletrados: no lo que muestra un poema o un cuadro del XVI, sino la transgresión drag-queen, bailar dance o reguetón, el yoga, comer suschi, el pensamiento comercial, el break-dance, los realities, los cómics, el consumo de masas…Es lo que organiza su vida y les da sentido: tatuarse, ponerse una cresta punk, robar una camiseta en la tienda, leer un poetastro en Instagram, un vídeo de You Tube, la pandilla, etc…No tienen la sensación que estos subproductos los laceran, dañan, o afean, sino que les proveen de sentido e identidad. Su mundo y alimento es la baratija de simio.
Ante este bárbaro estruendo la antigua cultura es una traba que les limita y oprime.
Vencieron. Nos ganaron.
Bárbaros del mundo: United!