Diario de un esquizofrénico XIV

(Malures de la gent de lletres)


Si son hombres de letras, giorno dopo giorno, se recluirán en la acedía, y la Luna de palabras malvadas solo les traerá estas letras del Diario de Amiel: “Un paso más: un día más hacia la tumba”.

***
Leo en un dietista norteamericano de finales del siglo XIX: “Los intelectuales deben comer pocos sándwiches descortezados, y de no más de 5X5 cm; las violetas confitadas y las tartaletas de frambuesa les irritarán el colon; poco pavo, y, la leche, siempre desnatada

Asimismo en el opúsculo de Monsieur Tissot, De la Santé des gens de lettres (1ª ed., 1768) se recomienda que los letrados no se alimenten de bestias de carne tierna, excepto el pato y la oca. Y se insiste en lo recomendable del pescado con escamas, los peces de lago, las anguilas, el apio, las uvas, las moras, y, sobretodo, y en grandes cantidades, la achicoria y los albaricoques. Tissot desvela multitud de historias clínicas penosas de jóvenes, extrêmement attaché aux études, que sufren flojeras y parálisis al presentarse la Canícula, asquerosa serosidad en las circunvoluciones cerebrales, y, no se asusten queridos colegas, todos con signos de una lamentable y penosa calidad en su líquido seminal. Con el plexo cordial inflado de sangre y la cabeza llena de pájaros. Son tipos, encima, la mar de tristes.

Famosa es la relación que quiso ver Aristóteles entre el genio y la melancolía. El texto se encuentra en el primer capítulo del libro XXX de los Problemata y ha sido llamado por algunos «una monografía sobre la bilis negra».

Marcel Proust, en el segundo tomo de su memorable obra En busca del tiempo perdido, escribe: “Soporte ser llamada una mujer nerviosa. Usted pertenece a esa familia magnífica y lamentable que es la sal de la tierra. Todo lo que conocemos de grande, nos viene de los nerviosos. Son ellos y no los otros quienes han fundado las religiones y compuesto las obras maestras. Nunca el mundo llegará a comprender lo que les debe y, sobre todo, aquello que han sufrido para dárselo. Apreciamos las músicas sublimes, los bellos cuadros, mil delicadezas, pero no sabemos lo que ellas han costado a aquellos que las inventaron» Descripción maravillosa que contrasta el agobio melancólico frente a la brillantez.

***

Transcribo a continuación el insinuado y mediocre poema de mi bisabuelo Luis Sanz Leví, militar, poeta y matemático (además de repetido suicida frustrado):


CENA DE LOS GUSANOS

Adiós ilimitadas cámaras del amor,
piedras de la Universidad de Salamanca,
mórbidas tardes de razón pura; mi Obra
no brilla, del Halley se alejó la estela.
Brindo con mi última copa de coñac.
Mañana, en el diario, leeréis mi obituario.
¿Qué bastiones levanté que pudieran
ir más allá de mí, qué pilastras sostendrán,
frente al mar y la tierra, mis ensayos de Álgebra?
Apenas frío aguarda tras el alba.
Casi nada a casi nadie lego.
Apenas la calor refrescará en la mañana.

***

No seamos solitarios, ociosos, ni estudiosos. Tengamos suma precaución. Burton, en Anatomía de la melancolía, cita los peligros del gusto por el aprendizaje, el estudio excesivo, y divaga sobre la miseria de nosotros, lectores a perpetuidad. Nos recuerda que a los estudiantes aplicados y apasionados les afecta normalmente la gota, catarros, reumas, caquexia, bradipepsia, ojos enfermos, piedra, cólicos, indigestiones, estreñimiento, vértigo, flatulencia, consunciones, y toda la gama de enfermedades que proceden de estar demasiado tiempo sentados. Burton advierte que son en su mayor parte débiles, secos, tienen mal color, gastan su fortuna, pierden el juicio, y muchas más cosas que no mencionaré para no desanimarlos o entristecerlos.

Sin duda es mejor holgazanear en una tumbona en la playa o en un resort bajo palmeras en Cancún que trastear con libros. Tocar la mandolina, sestear en un picnic, zamparse profiteroles, pinchar en una discoteca de Ibiza, hipnotizarse ante jóvenes de pechos rosados, admirar a volatineros chinos, cuidar pámpanos y tulipanes, son, y hay multitud más de alternativas, mejores actividades y razones para vivir que criar ancho nalgatorio, posadera, asentaderas o trasero gordinflón y adiposo, de tanto estar arrellenados en la butaca estudiando cientos de horas trapaceros codex de cualquier materia imaginable.

Enjutas almas de prosa de código civil las nuestras. Amartillada nube negra nuestra indolencia. Aceitoso Bidasoa nuestra boca sin labios a los que besar.



Despierta y no leas.

Están advertidos.

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