
Me leí hoy «Consejos a un joven científico«, de Sir P.B. Medawar, Crítica (colección Drakontos)
Los humanistas literarios suelen tener ideas distorsionadas de lo que es y hace un científico, llenas de mitología popular y desconocimiento. En la literatura abunda el científico loco o malvado, o bien personalidades calculadoras, meros registradores de hechos casi indiscernibles del alma de un autómata. Pero en los laboratorios, aulas y bibliotecas de los centros de investigación del mundo se desmienten estos tópicos.
El científico es un ser creativo y apasionado como un poeta que, en lugar del ritmo o la cadencia o la metáfora, trabaja imaginativamente con las hipótesis, de cuyo enamoramiento irracional puede sacar dolorosas consecuencias.
Hace experimentos BACONIANOS (trastocar hechos, mezclarlos), experimentos GALILEANOS (experimentos cruciales que pueden derribar una hipótesis o una consecuencia lógica de la misma), y experimentos KANTIANOS (más conocidos como experimentos mentales)
El viejo científico se puede convertir en dogmático, el joven y brillante en un déspota inconsciente. En la ciencia siempre existieron problemas de rivalidad a la hora de evaluar el primero que dio con la solución -si solo había una- o una de las soluciones a un problema.
El autor da consejos sobre cómo escribir un artículo científico, cómo no aburrir en una conferencia, sobre cómo tratar a colegas, de los peligros del chauvinismo y el racismo y el sexismo, nos habla del inveterado mesianismo científico de algunos (algo que se parece al pensamiento arcádico de algunos humanistas), y muchísimas cosas más.
Este libro es un clásico como «Apología de un matemático«, de G.H. Hardy, o, en otro orbe espiritual, como «Consejos a un joven poeta«, de Rilke. Su prosa es opulenta y magnificente. La elegancia del entramado argumental exquisita, selecta y eximia. Su consideración con el lector educadísima. Pasé dos horas hipnóticamente sumergido en la mente de Sir Medawar. Horas de placer que erizaron la glándula pineal. Léanlo, si les parece bien. El libro es tan breve como sustancioso. Un libro opuesto a lo rancio, y adecuado a lo útil, cuya inteligencia no ordinaria renueva nuestra mente con un lenguaje más vívido, y, al hacerlo, nos proporciona una posesión más completa de la experiencia.
Frente al método de los vislumbres y las corazonadas (la ráfaga o rayo mágico que intuye el poeta y lo posee), vienen bien libros luchando por entrar en contacto con la realidad. La ciencia es polifacética, no un estéril subtítulo del mundo, y además pasmosamente bella. A la pregunta que formularon a Leavis “¿Para qué leer literatura?”, respondió en pocas palabras: “La literatura nos hace mejores”. Sustituyamos el término “literatura por “ciencia” y obtendremos la misma conclusión.
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La ciencia es bella. Muy bella. Empezando por la matemática.
Sentenció Kant en la Kritik der reinen vernunft: “Tanto hay de matemática, tanto hay de ciencia”.
La matemática, junto a la poesía, son la más grandes aventuras del pensamiento. Escribió un pionero de la lógica en España, Jesús Mosterín, mi mentor en la Universidad junto a Josep Pla i Carrera, con su típica prosa de relojero, algo que nos solía repetir en los Seminarios: “A diferencia de la ciencia antigua, que buscaba una comprensión cualitativa de los fenómenos, la ciencia moderna se basa en la construcción de modelos teóricos, es decir, matemáticos, de la realidad. La realidad es excesivamente compleja para poder ser directamente comprendida por nuestro limitado cerebro. Lo único que podemos hacer es buscar en el universo matemático una estructura que se parezca en algún aspecto relevante a la porción de la realidad por la que nos interesamos, y usar esa estructura como modelo teórico simplificado de la realidad. Una vez que disponemos de un modelo teórico, podemos traducir al lenguaje de las matemáticas las preguntas que nos hacemos en la vida real, podemos computar la respuesta dentro del modelo y, finalmente, traducir esa respuesta matemática al lenguaje de la vida real”
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G.H. Hardy: “La belleza es la primera prueba que debe superar un matemático: la matemática fea no perdura en ningún lugar” Hardy dedica todo un parágrafo de su Apology (el 10) a la precavida cuestión de la belleza en la matemática, así como una serie de reflexiones dispersas (e interesantísimas) entre los parágrafos 11-19.
Poincaré concede gran importancia a la estética de la matemática en su texto L´invention mathématique. Así: “Por sorprendente que se invoque a la sensibilidad en relación con las demostraciones matemáticas, las cuales, según parece, solo provocan a nuestra inteligencia y no a nuestro sentido estético o de lo bello. Pero eso sería olvidar el profundo sentimiento de la belleza matemática, la armonía de números y formas, la elegancia geométrica. Es un sentimiento que cualquier auténtico matemático conoce hondamente”
Presentir una ley o la demostración de un teorema matemático es como palpar entre los dedos el estremecimiento de la palabra en un poema o la pincelada exacta en un cuadro. El matemático trabaja con las ideas y las ideas envejecen más lentamente que las palabras. La belleza de las matemáticas a mi juicio está muy ligada al conocimiento íntimo, al dominio muy ahondado de los conceptos. El conocimiento causa emoción. Conocer algo muy profundamente, produce muy profundas emociones. Como señala el músico y profesor y pensador Alberto Royo en un pasaje en que cita a un laudista contemporáneo “ ”Si estás tocando música de Francesco de Milano y miras retratos de personas de la época, vas a ver una profundidad de carácter, unas sutilezas y unos matices en la expresión que no son menos que los que debería haber en la música. Si ves un ángel de Fra Angélico, no solo ves la naturalidad, sino todo un espíritu que a ti mismo te eleva en espíritu y esto es un ideal en cuanto al carácter, la profundidad, la belleza y la capacidad del arte para elevar al espíritu a un nivel superior. Es a la vez un refugio y una inspiración, ambas cosas mano a mano, y todo ello se relaciona con un momento histórico que, una vez has penetrado en él, no tiene límites en sus capacidades expresivas, no estás limitado al año 1530 o 1540; estás en un universo sin límites”. Termina con una frase que ilustra por qué aprender es apasionante en sí mismo: “Nuestra capacidad para aprender y abrir horizontes es infinita: uno empieza a hacerlo, pero nunca termina”.
Y es que el atractivo del conocimiento reside, entre otros factores, en los apasionantes retos que nos presenta, en el enriquecimiento que nos procura Y EN LAS EMOCIONES QUE NOS PROPORCIONA. ES EL CONOCIMIENTO EL QUE NOS PRODUCE EMOCIÓN Y ES A TRAVÉS DE ESTA EMOCIÓN COMO APRENDEMOS A APRECIAR LA BELLEZA”
Decía von Neumann que los éxitos en matemáticas llegaron cuando el criterio de investigación que los guiaba no era la utilidad sino exclusivamente la ELEGANCIA [belleza] intelectual. Exactamente lo mismo ha ocurrido en la historia de la literatura.
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Mi curiosidad no está corrompida; todavía late bajo mis ojos una curiosidad de raíces casi sobrenaturales. No llovió mucho hoy. Me arreglaron algunas pocas tejas movidas. Recordé con mamá a papá. Leí, y pensé en lo que leí. La riqueza de la realidad me apasiona y estremece.
Acuerdo con Mme. De Lambert: “La curiosité est une connaissance commencé, qui vous fait aller plus loin et plus vite dans le chemin de la vérité” (La curiosidad es el inicio del conocimiento que te hace llegar más lejos y más rápido en el camino de la verdad)
Y la hermana gemela de la CURIOSIDAD es la BELLEZA.