CONSEJOS A UN JOVEN POETA
Para J.M. Álvarez

Acepta una enorme, yihadista Soledad,
olas de un mar frío, planta que florece
en un suelo nada yermo, que debe ser cultivado,
cabañuela para calcular mortales pensamientos.
Asume el Azar (todo lo rige el infiel, seguro azar),
sé a la vez muy antiguo y muy moderno –cruza
a Tibulo con Yeats, tan coetáneo alumbra Anacreonte
como Pound o Gil Albert- Lee a Pla, estudia
la Palatina. Ligero de equipaje, pero con la Mente
poblada de Bizancios y grafitos pompeyanos,
mídete con los Grandes y no con la vara roma
de esta época de estercolero. Sospecha siempre los ojos
de los genios mirando por encima de lo que escribes;
no defraudarles, su ligero asentimiento poco severo,
será la senda correcta y el cumplido destino.
Vive poco, pero con gestos de marqués despilfarrador.
No escatimes dinero a las scorts y sé dichoso
cuando con tus miles de euros se compren cibelinas,
esmeraldas, amigos y cocaína. No olvides escribir
como hablas, y habla muy bien, al menos contigo mismo.
Necesitarás quince años para aprender a escribir,
no con genio, pues eso no se aprende, sino con claridad,
ilación, propiedad y precisión. Acepta la Soledad,
acepta sus dragones fecundos, sus ráfagas imantadas
de ángeles y profecías. Acepta la Soledad.
***
Acostado en la cama con la hermosa prostituta
acaricias la luz de lava de sus cabellos rubios.
No pelear con el mundo. Escribir junto a nubes lisas.
Cae la tarde y se oscurecen tus versos informes,
todavía sin crepitación, vuelo, sin pétalos de láudano.
Atardece, palabras, bilis negra, palabras. Palabras.
Difícil dormir hasta el sobresalto narcótico del alba.